A finales de septiembre y si el tiempo acompaña, podemos darnos el gustazo de relajarnos con esta actividad que engloba varios beneficios en su desarrollo.
Al valioso momento de estar en contacto con la naturaleza, le podemos sumar el moderado ejercicio físico, disfrutar de un sol algo más amable que en pleno verano, un poco de oxígeno y si se consigue llenar una buena cesta, ya habremos cumplido con una gratificante jornada.
Con la precaución de eliminar los ejemplares que nos presenten alguna duda, debemos cortarlas introduciendo la navaja en la tierra unos 2 cm y colocarlas en la cesta con las laminas hacia abajo después de limpiarlas de tierra. Evitar coger ejemplares en zonas industriales y bordes de carreteras donde el propio hongo se encarga de acumular metales tóxicos para la salud. Tampoco es aconsejable cortar los ejemplares muy jóvenes, son difíciles de distinguir de otros venenosos. Los ejemplares muy viejos ya no son comestibles. Por último, no se le hace ningún favor al campo si se destrozan los ejemplares que se no conocen, todos cumplen una función importante en su ecosistema.
Una vez en casa, se deberían consumir cuanto antes para poder apreciar todas sus propiedades culinarias. Añadiéndolas a un arroz, a un guiso, revueltas con espárragos o simplemente a la plancha con aceite de oliva y sal.
Bon appétit.
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